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A Javi, un niño creativo y paciente con dislexia, le encantaban los puzzles. Mientras que las letras en una página a veces parecían piezas de un rompecabezas que no encajaban, las piezas de un puzzle de verdad eran sus mejores amigas. Cada una tenía su lugar, su forma única, y él era un maestro encontrándolo. Un día, decidió que quería contar una historia, pero no con palabras escritas, sino con imágenes. Durante semanas, recogió trozos de cartón, revistas viejas, telas de colores y todo tipo de materiales reciclados. Con ellos, se dedicó a construir un puzzle gigante en el suelo del garaje. No era un puzzle cualquiera; al completarlo, formaba una imagen enorme y detallada que narraba la épica aventura de un caballero que salvaba a un dragón de una torre. Cuando sus amigos lo vieron terminado, se quedaron boquiabiertos. Juntos, "leyeron" la historia en la imagen, siguiendo las hazañas del caballero pieza por pieza. Javi les demostró que hay muchas formas de leer y contar historias, y que las más grandes a veces no necesitan ni una sola palabra.

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