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Lucía, una niña curiosa con un brillante implante coclear que ella llamaba su "caracola mágica", descubrió un secreto asombroso: podía crear música no con instrumentos, sino con los sonidos de la naturaleza. Su bastón para caminar, que usaba para explorar los senderos del bosque, se convirtió en su batuta de directora de orquesta. Con un simple gesto, podía invitar al viento a susurrar una melodía a través de las hojas, o pedirle al arroyo que aportara su murmullo rítmico. Cada pájaro, desde el trino agudo del petirrojo hasta el ulular grave del búho, se convertía en un solista en su sinfonía. El bosque entero era su orquesta, y ella, su apasionada directora. Pronto, la gente del pueblo cercano comenzó a caminar hacia el bosque, atraída por esa música que nunca antes habían oído, una melodía que cambiaba con las estaciones y que calmaba el espíritu. El bosque de Lucía se convirtió en una sala de conciertos al aire libre, y su música, un recordatorio de que la belleza se encuentra en todas partes, solo hay que aprender a escucharla de una manera diferente.

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